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domingo, 12 de septiembre de 2010

¿QUÉ PASARÁ CON EL CLIMA? (10)

Abeja recogiendo polen.Image via Wikipedia
 CAPÍTULO 5 (c)
EL POLEN CUENTA SU HISTORIA

(Continuación de: http://000-arquimedes.blogspot.com.ar/2010/08/que-pasara-con-el-clima-9.html)


Previamente mencioné que junto a los sedimentos finos depositados en el fondo de lagos y lagunas, se acumulaban los granos de polen de la vegetación circundante al cuerpo de agua en cuestión. Es interesante volver sobre ese tema. Los granos de polen, esos microscópicos o casi microscópicos corpúsculos que generalmente son imaginados tan delicados como sutiles, tienen extraordinaria resistencia a los ataques químicos.
El polen está formado por compuestos orgánicos de elevada complejidad química y puede resistir ataques tan intensos como, por ejemplo, el ser hervido en ácido fluorhídrico, un ácido tan enérgico que puede corroer el vidrio. Los granos de polen sólo pueden ser destruidos en ambientes alcalinos, o en ambientes oxidantes.
La gran resistencia al ataque químico ácido permite que los granos de polen puedan conservarse en sedimentos favorables a lo largo de decenas y aún centenares de millones de años. Esa gran resistencia en sí misma no sería tan importante para quienes trabajamos en el reconocimiento del clima y de los ambientes del pasado, si no fuese porque los granos de polen para los vegetales vienen a ser algo así como las impresiones digitales para los seres humanos: cada especie vegetal tiene un grano de polen de formas exclusivas.
El polen puede ser transportado por el viento lejos de sus flores de origen y la gran mayoría de sus granos se depositan sobre el suelo o sobre el agua de lagos y de lagunas. Una parte de los primeros puede ser arrastrada por el agua de lluvia hacia cauces y depresiones y finalmente se deposita junto a los segundos, como parte de los sedimentos del fondo lacustre.
El palinólogo es el especialista que se dedica a estudiar el polen. Con técnicas muy especiales, aísla los granos de polen presentes en los distintos estratos sedimentarios depositados en el fondo de lagos y lagunas, e identifica sus formas. Así determina a que especies vegetales corresponden esos granos.
Con metodologías estadísticas adecuadas, además puede determinar con aproximación la cantidad relativa de individuos de cada especie vegetal que existieron en una región. De ese modo puede llegar a reconstruir un bosquejo aproximado de las asociaciones vegetales que existieron en la región involucrada durante el momento en que se depositaron los sedimentos que constituyen cada estrato sedimentario. Así se obtiene una idea muy aproximada de cómo era el clima de la región de influencia.
De todos modos no es tan sencillo el análisis y las reconstrucciones paleoambientales y paleoclimáticas para cada momento del pasado, hechas en base al contenido de polen de cada estrato sedimentario. Por ser tan liviano, el polen puede ser transportado por el viento a distancias muy grandes, hasta miles de kilómetros de las flores de origen.
   Eso puede producir contaminación de un lugar por granos de polen 'viajeros' que nada tienen que ver con las condiciones climáticas y ambientales de ese lugar. Por ejemplo, se da el caso de hallar granos de polen de especies vegetales de los Andes Patagónicos en sedimentos de la llanura bonaerense. Esto se debe a que en el momento en que se depositaron los sedimentos portadores de esos granos de polen, existieron vientos favorables como para transportar el polen desde esos árboles cordilleranos hasta las llanuras del este.
Asimismo hay especies vegetales cuyas flores producen mucha mayor cantidad de polen que otras. Este hecho es importante de considerar en el momento de contar cuántos granos de polen de cada especie vegetal hay en las muestras tomadas en cada nivel de sedimentos. Luego y con metodologías estadísticas adecuadas, el palinólogo puede determinar con aproximación la cantidad relativa de individuos de cada especie vegetal que pudieran haber existido en una región.

En suma y pese a las dificultades que los palinólogos encuentran en su tarea, el análisis de polen es una buena herramienta para inferir las características de los ambientes del momento representado en cada nivel o estrato sedimentario. (Continúa en: http://000-arquimedes.blogspot.com.ar/2016/08/que-pasara-con-el-clima-11.html)
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(1) Es muy sutil definir la diferencia, si es que la hay, entre un lago y una laguna. Yo desarrollé la siguiente definición para mis clases de Geomorfología en la Univ. Nacional de San Luis: "Un lago es un cuerpo de agua que ocupa una depresión mediterránea (interior a un continente y aislada del océano), tan extensa, profunda o estable, como para desarrollar cualquiera de los siguientes rasgos: a) Perfil típico, con plataforma sumergida, taludes y planicies profundas. b) Morfología circundante típica, vinculada particularnente a su evolución (existencia de terrazas, crestas de playa, espigas, etc.). c) Ciclo termal anual bien definido (termoclina). d) Sedimentos típicos relacionados con los rasgos geológicos y climáticos de la cuenca. e) Diferenciaciones ecológicas entre sus zonas litorales, respecto a sus zonas profundas."

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jueves, 26 de agosto de 2010

¿QUÉ PASARÁ CON EL CLIMA? (9)

Laguna y flamencos
CAPÍTULO 5b
EL "PULSO" DE LAS LAGUNAS
(Continuación de: http://000-arquimedes.blogspot.com.ar/2010/08/que-pasara-con-el-clima-8.html)
Tanto desde el punto de vista geológico en general, como desde el punto de vista biológico en particular, las lagunas cumplen ciclos evolutivos pasando por distintas etapas con características ecológicas propias. Esas etapas ocurren en estrecha relación con la evolución del clima. Esos ciclos sólo terminan cuando la depresión que contiene a la laguna desaparece, generalmente por haberse colmado de sedimentos inorgánicos y orgánicos. Las distintas etapas de cada ciclo pueden repetirse en una misma laguna, al sucederse episodios climáticos y ambientales similares durante su existencia. De ese modo, las lagunas “pulsan” casi como un ser viviente.
Durante episodios con suficientes precipitaciones, el agua precipitada sobre una región fluye hacia los lugares más bajos del paisaje. Este fluir del agua arrastra consigo los sedimentos más finos del terreno por el cual escurre; sedimentos tales como arcillas y limos. También puede disolver las sales presentes en el suelo, llevándolas hacia las depresiones junto con aquellos sedimentos. Cuando el agua detiene su marcha en esos bajos, las partículas de arcilla y de limo se depositan en el fondo, mientras tanto las sales pueden permanecer disueltas en el agua.
En esos momentos la actividad biológica en las lagunas, suele ser muy importante. Allí pueden proliferar distintas especies de moluscos gasterópodos (caracoles) y bivalvos; aves acuáticas y, a menudo, de peces. También abundan organismos microscópicos con esqueletos mineralizados por Sílice (tal el caso de las algas unicelulares llamadas diatomeas de variadísimas formas) o por Carbonato de Calcio, como los ostrácodos (pequeños crustáceos casi microscópicos, con el cuerpo encerrado en dos pequeñísimas valvas semejantes a las de las almejas).
Abundan también algas macroscópicas que producen fructificaciones de Carbonato de Calcio, como las caroficeas y, en lugares donde la profundidad lo permite, abundan juncales y otros vegetales hidrófitos (= vegetales acuáticos). Todo ese sistema ecológico, o ecosistema, característico del episodio climático húmedo existente, evoluciona junto al clima dejando sus restos depositados en el fondo de las lagunas, junto a sedimentos inorgánicos. La presencia de sus restos, testimonia luego el tipo de clima que debió existir para permitir su desarrollo.
A lo largo de esa evolución lacustre, las arcillas se depositan en el fondo más profundo y junto a ellas se depositan los caparazones de diatomeas (llamados frústulos) y ostrácodos (denominados cónchulas). También en esas arcillas se acumulan y conservan los granos de polen de los vegetales con flores (y también las esporas de helechos y de hongos) que viven en la región adyacente, como veremos detalladamente en el punto siguiente.
Por su parte, los sedimentos de las orillas lacustres normalmente son menos finos que las arcillas depositadas en el fondo más profundo. Estos pueden ser limos y arenas y en ellos se acumulan fructificaciones de caroficeas, conchas de caracoles y otros moluscos. Allí a menudo también se depositan huesos de vertebrados tales como aves acuáticas, peces y roedores acuáticos como el coipo, o nutria criolla, junto a restos de otros tantos organismos asociados en esas comunidades acuáticas.
Cuando el clima regional se torna menos húmedo, puede llegar un momento a partir del cual el agua de lluvia sea insuficiente como para compensar las pérdidas que la evaporación produce en las lagunas. Entonces en éstas disminuye el nivel, pudiendo secarse totalmente si el clima se torna suficientemente seco. Al evaporarse el agua de una laguna durante episodios de déficit hídrico, las sales llegadas en solución durante los episodios de humedad abundante, se concentran en el agua residual. Esa paulatina concentración de sales provoca cambios biológicos. Algunos peces pueden morir. Los juncales pueden secarse, ya sea porque queden fuera del cuerpo de agua reducido, o porque la concentración de sales supere sus límites de tolerancia.
De ese modo van desapareciendo los microorganismos previamente adaptados a vivir en agua dulce. A veces son paulatinamente reemplazados por otros que toleran mejor las nuevas condiciones ambientales de la laguna, cada vez más salobres. También suele darse el caso de algunos organismos que pueden acompañar a esa concentración de sales evolucionando al mismo ritmo que ellas y lo mismo puede pasar con los moluscos. De ese modo en los nuevos sedimentos que van depositándose en las lagunas quedan “guardados” restos biológicos que testimonian la evolución experimentada por el ambiente regional.
Si la evaporación es tanta como para que el agua residual de la laguna se sature en sales, éstas formarán cristales que se depositarán en el fondo. Entonces y a modo de ejemplo extremo, si se estudian los sedimentos de una antigua laguna y se encuentra alternancia de sedimentos ricos en arcillas y otros ricos en sales, puede ya decirse que en el área de influencia de esa laguna alternaron episodios climáticos húmedos y secos. El posterior análisis detallado de los restos de microorganismos y del polen contenido en los sedimentos podrá brindar más precisión en cuanto a la magnitud de esos episodios.
Antes de pasar a otro tema, vale la pena recordar la experiencia del lago Epecuén (provincia de Buenos Aires, Argentina.) Esta experiencia es un ejemplo del criterio equivocado con el que a veces la humanidad enfrenta a la naturaleza, en lugar de comportarse como parte de la misma tratando que su accionar armonice con la dinámica de aquélla. En el oeste de la provincia de Buenos Aires (Argentina), en el encuentro de dos grandes fracturas geológicas existe una serie de lagunas conectadas entre sí. Desde hace milenios hacia estas lagunas fluye parte del agua precipitada sobre un extensa superficie provincial; incluyendo la precipitada sobre una parte importante de los faldeos meridionales de las Sierras Australes Bonaerenses, o Sierras de la Ventana (provincia de Buenos Aires, Argentina.)
También hacia allí va el agua caída en las llanuras bonaerenses circundantes. Toda esa agua fluye de una a otra laguna y finalmente llega a la depresión más baja del sistema, donde se formó el lago Epecuén. Siglo a siglo también fueron hacia allí las sales lavadas de los terrenos de esta amplia región. Un romance de agua y sales transitó hacia Epecuén por todas las lagunas “encadenadas” en el sistema y allí terminó. Las sales se quedaron, tal vez mirando como se esfumaba en vapores el agua que las había sacado de su origen durante ese romance que duró tanto como su tránsito por las pendientes.
Conocí las poblaciones de Carhué y Lago Epecuén hacia 1976, cuando el nivel del lago había comenzado a crecer lentamente. Poco tiempo después, su altura ya preocupaba a algunos pobladores. Los hoteleros de Lago Epecuén, población edificada sobre el antiguo fondo del lago cuando este se achicó durante un pasado episodio de sequías a principios del siglo 20, temían que la llegada de agua diluyera las sales del lago y alterara sus propiedades terapéuticas. Con ello verían menguada su clientela conformada principalmente por quienes llegaban para calmar sus achaques reumáticos en la laguna. Por su parte quienes extraían Sulfato de Sodio de las aguas de Epecuén, además de preocupar a los hoteleros por sacarle sales al lago, se preocupaban ellos mismos ya que la dilución del agua podría afectar la cristalización del sulfato. Mientras tanto, el resto de la población de Lago Epecuén y de la vecina Carhué apenas temía por sus viviendas.
Me faltaba más de una década de experiencia como investigador en dinámica ambiental, como para dar el énfasis necesario a los peligros que entonces representaba el agua creciente y que yo vislumbraba. Los primeros datos que ya conocía, señalaban que desde inicios de esa década, las precipitaciones eran crecientes en la Cordillera Cuyana, en la Patagonia y en la misma Llanura Pampeana. Pero faltaban datos concretos como para afirmar por cuanto tiempo más se prolongaría esa tendencia creciente de las lluvias.
Además esos datos constituían una idea poco promocionada y menos feliz, contra tantos intereses y sentimientos en juego. Por un lado pesaban los intereses técnicos y académicos de los "expertos" de ese entonces, insistiendo en que el incremento del nivel de la laguna sólo era una situación pasajera de corto plazo. Por otro lado pesaba el interés de los hoteleros en abrir año a año sus hoteles, de cualquier modo, negándose a aceptar en pensar qué podría ocurrir en el mediano y en el largo plazo.
A ello probablemente se sumaban los intereses económicos de quienes por más de diez años cobraron por la provisión y por el flete de incontables toneladas de tierra y de rocas para hacer un dique perimetral a la población, a fin de frenar el avance del lago. Y por último, pero no por ello menos importante, también estaban en juego los sentimientos de la gente más humilde, cuya única propiedad era la casita o el ranchito cerca del lago y si lo abandonaban, quizá nunca más podrían pensar en recuperar tanto sacrificio allí invertido.
Así, en mis frecuentes visitas al lugar por razones de trabajo, vi como nació y creció el dique de contención con el que se rodeó la población de Lago Epecuen para protegerla del abrazo que intentaba darle el lago. Con el crecimiento del dique, año a año crecieron mis temores. Luego me alejé de aquélla región. Me desvinculé directamente del creciente lago Epecuén, pues trasladado a vivir a Buenos Aires, comencé de lleno a desarrollar mis investigaciones sobre evolución del clima y de los ambientes del país.
Mientras tanto las lluvias siguieron su crescendo en gran parte del país. Y en aquélla carrera entre el dique y el lago, finalmente una aciaga noche de 1985 ganó este último. Como no podía ser de otro modo, porque es imposible enfrentar a la naturaleza contrariando su dinámica, sin sufrir las consecuencias (continúa en: http://000-arquimedes.blogspot.com.ar/2010/09/que-pasara-con-el-clima-10.html)
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viernes, 20 de agosto de 2010

¿QUÉ PASARÁ CON EL CLIMA? (8)

Atardecer en laguna San Máximo
CAPITULO 5a
LOS LENGUAJES DE LA NATURALEZA
(Continuación de:
http://000-arquimedes.blogspot.com.ar/2010/08/que-pasara-con-el-clima-7.html)
A esta altura del relato viene a mi memoria el recuerdo una campaña que realicé en Marzo de 1986 a la zona de Pedro Luro, en el sur de la provincia de Buenos Aires (Argentina.) Allí obtuve valiosos datos paleoclimáticos gracias a la colaboración brindada por la Corporación de Fomento del Río Colorado (CORFO).
En Paso Alsina, próximo al paraje llamado El Sostén, está el ápice de un antiguo abanico aluvial donde suelen descontrolarse las aguas del río Colorado en épocas de grandes crecientes. Allí me llamó la atención la presencia de árboles frutales muy viejos en estado de abandono. Hasta tuve un estridente altercado con una bandada de cotorras, por la posesión de un puñado de higos semi-maduros que conquisté a medias.
En aquéllos días, el personal de CORFO se abocaba a solucionar los inconvenientes que en el sistema de riego del valle inferior, estaba ocasionando una bajante extraordinaria del río Colorado. Y allí otra vez el clima saltó a la vista en toda la magnitud de su importancia. La causa de esa bajante y de las otras que ha experimentado el río Colorado en tiempos históricos, seguramente tiene un origen climático directo o indirecto, el cual no es aún suficientemente conocido.
Para establecer cuáles son los múltiples factores que modulan los caudales de los ríos y otras manifestaciones de origen climático, se hacen comparaciones analíticas. En primer lugar, con éstas se busca simultaneidad de ocurrencia de fenómenos diversamente relacionados entre sí, mediante las cuales se puedan inferir vínculos de causa/efecto.
Por ejemplo, si se observan los caudales del río Colorado medidos a lo largo del siglo pasado, se verá que los mismos provocaron inundaciones durante crecientes llamadas extraordinarias y durante otras llamadas catastróficas. Además puede verse que éstas se sucedieron con un período medio poco menor que once años. Los caudales de otros ríos de Argentina que nacen en los Andes también presentan ciclos de aproximadamente once años para sus mayores derrames.
Ese período medio próximo a once años es muy sugestivo, puesto que los episodios de actividad solar más conocidos, que son los de las llamadas ´manchas solares´, tienen un hemi-período medio aproximado algo menor que once años. Aún no hay estudios suficientes que permitan conocer cual puede ser el vínculo entre la actividad solar y el caudal de esos ríos, si es que el mismo existe. Tampoco se conoce el nexo que pueda existir entre el clima de áreas cordilleranas y el de las llanuras argentinas.
De todos modos la comparación a priori de los caudales de esos ríos con la actividad solar, permite postular una interesante hipótesis de causa/efecto entre unos y otra. (Recuerdo acá con admiración aquélla idea de Benjamín Gould previamente comentada, cuando durante el siglo 19 intuyó un posible vínculo entre ciclos climáticos y actividad solar). Pese a la carencia de información suficiente, una primera aproximación puede surgir de la comparación de los datos existentes para la Cordillera de los Andes y para las llanuras argentinas.
Por ejemplo, durante 1913, 1914 y 1915, las lluvias fueron intensas en la provincia de Buenos Aires. Las inundaciones de 1913 fueron muy importantes y entre otras cosas, demostraron la inutilidad de los tristemente célebres canales bonaerenses, recién construidos, como lo analicé en otro trabajo(20). Durante 1914 las nevadas en la Cordillera del norte neuquino y del sur mendocino donde nace el río Colorado fueron extraordinarias y tuvieron consecuencias catastróficas. Pues con el intenso deshielo ocurrido durante la primavera siguiente, se produjo gran aporte de aguas a los ríos cordilleranos. Así, la laguna Carrilafquén de la provincia de Neuquén, formada por un derrumbe de tierras y rocas que taponó la porción inferior de un valle de la cordillera neuquina, recibió mucha agua a partir de ese deshielo. Este excedente de agua, al fluir en gran cantidad sobre el dique natural formado por el derrumbe, lo erosionó hasta romperlo. El agua de la inmensa laguna se volcó al río Colorado en una sola noche y arrasó con todo lo que encontró a su paso hasta llegar al Atlántico (...y precisamente los frutales abandonados que comenté al principio, estaban plantados en las chacras que se destruyeron y abandonaron como consecuencia de ese aluvión catastrófico.)
Lo visto indicaría para la mitad de la segunda década del siglo 20, la existencia de una simultaneidad entre las intensas precipitaciones de nieve en áreas cordilleranas y las lluvias en la llanura (provincia de Buenos Aires.) Tal simultaneidad parece confirmarse con los datos de precipitaciones ocurridas en la llanura durante la década de 1980 y con los datos de caudales derramados por los ríos cordilleranos durante el mismo lapso. En ambos casos se nota un sostenido incremento.
(Continúa en: http://000-arquimedes.blogspot.com.ar/2010/08/que-pasara-con-el-clima-9.html)

lunes, 16 de agosto de 2010

¿QUÉ PASARÁ CON EL CLIMA? (7)

Tree rings seen in a cross section of a trunk ...Image via Wikipedia
Anillos de crecimiento anual
CAPITULO 4(b)
EL RECONOCIMIENTO
DE LAS OSCILACIONES CLIMATICAS
Y AMBIENTALES
OCURRIDAS DURANTE EL PASADO


(Continuación de:
http://000-arquimedes.blogspot.com.ar/2010/08/que-pasara-con-el-clima-6.html

Climatología Dendrológica (Dendroclimatología)
Esta metodología se basa en el recuento de los anillos de crecimiento anual de algunos árboles como por ejemplo las coníferas, y en el estudio de los caracteres físicos y químicos de la madera que compone tales anillos. Algunas especies de árboles que viven en regiones con estaciones anuales marcadas, crecen sólo durante una parte del año y permanecen el resto del año en un estado que puede considerarse de latencia, o vegetativo (también denominado ‘dormancia’).
Ello puede ocurrir porque durante el año ocurra un episodio estacional de marcada sequía, o porque durante el invierno la temperatura descienda por debajo de las temperaturas denominadas efectivas. En realidad por debajo de +10º centigrados, en general considerados como límite de las llamadas 'temperaturas efectivas' para gran parte de los vegetales, éstos suspenden su actividad fisiológica.
En ambos casos, ya sea por estacionalidad hídrica o por estacionalidad térmica, cada año los árboles forman un nuevo anillo de crecimiento en su madera, rodeando a los anillos formados en años anteriores. Tales anillos tienen mayor o menor desarrollo, de acuerdo a las condiciones de humedad y de temperatura existentes durante el momento anual de su crecimiento. Un anillo formado durante un año climáticamente favorable, tendrá mayor desarrollo que un anillo formado en un año climáticamente desfavorable, considerando un mismo árbol, o árboles de la misma especie y del mismo lugar, creciendo en suelos semejantes. La importancia que tiene esta metodología es muy grande, dado el caudal de información que permite obtener. Por ello se la analizará detenidamente en un capítulo posterior.
  
Climatología Geológica (Paleoclimatología)

Más allá del testimonio directo y preciso de los registros instrumentales y de la dendroclimatología y más allá aún del testimonio indirecto de alguna documentación histórica respecto al clima, se llega a los tiempos en que las personas mezclaban lo natural con lo misterioso y esto con lo religioso. Así las narraciones existentes, valiosas desde otros puntos de vista, pierden credibilidad en la misma proporción en la que ganan candidez y fantasía.
De ese modo puede llegarse hasta la época en la cual se escribieron las célebres tablas de arcilla de lo que fue la Biblioteca de Assurbanipal en Nínive, antigua Babilonia. En ellas se narra la epopeya de Gilgamesh y aparece quizá la primera referencia histórica mundial de carácter paleoclimático: el Diluvio Universal.
También existen versiones Sumerias del Diluvio Universal, por lo menos mil años más antiguas que las dos versiones del mismo que aparecen en el Génesis. Pero ninguna de esas referencias sirve para hacer reconstrucciones paleoclimáticas confiables. Tanto su imprecisión cronológica como la mezcla de lo real con lo místico, además de lo puntual de la información, hacen que para reconocer las oscilaciones climáticas y ambientales de largo período, del orden de milenios y hasta decenas de milenios, deba recurrirse a otros registros de distinta interpretación que el registro instrumental, la escritura o la mera comparación de imágenes tales como pinturas, daguerrotipos y antiguas fotografías.
Estos otros registros son los que la evolución del clima y la evolución de los mismos seres vivos, dejaron y dejan impresos en los sedimentos del planeta. Por ello su estudio puede denominarse Climatología Geológica, o simplemente Paleoclimatología. Debido a las múltiples disciplinas involucradas, la explicación de las metodologías utilizadas por la Paleoclimatología es muy compleja, por lo que sólo se hará una pequeña introducción a fin de lograr una comprensión mejor de los aspectos globales estrechamente vinculados en esta tarea que por sus características no puede dejar de ser interdisciplinaria.
Los procesos biológicos, al igual que la inmensa mayoría de los procesos biogeoquímicos desarrollados sobre la Tierra, obtienen su energía de la energía radiante y de la energía corpuscular que, originadas en el Sol, llegan al planeta. Los vegetales son productores primarios, pues mediante el proceso de fotosíntesis forman compuestos orgánicos a partir de materias inorgánicas, obteniendo la energía necesaria de la luz solar mediante el proceso de fotosíntesis. Los animales que se alimentan de vegetales, al consumir compuestos orgánicos sintetizados por los vegetales, en definitiva aprovechan indirectamente la luz solar.
Los carnívoros a su vez se nutren de otros animales, carnívoros o hervívoros; los hongos y las bacterias se nutren en general de materia orgánica en descomposición. En suma, todos los seres vivos desde los más primitivos hasta la especie humana, desarrollan su ciclo vital gracias a la energía que proveniente del Sol, en primera instancia se introdujo en el ciclo biológico a través del proceso de fotosíntesis. Este proceso ocurre en gran escala en todo el planeta, tanto en tierra firme como en los océanos, lagos y cursos de agua.
Los procesos biológicos se desarrollan con intensidad diferente según las condiciones de temperatura, humedad e iluminación existentes en las distintas regiones del planeta. En latitudes ecuatoriales, tropicales y hasta subtropicales, la inclinación de los rayos solares incidentes sobre la superficie terrestre no sufre variaciones significativas durante todo el año. Por eso allí la insolación (entrada de energía radiante solar) es máxima.
En esas regiones la temperatura ambiente no sufre significativos cambios estacionales y los vegetales tienen energía de sobra como para estar activos durante todo el año, produciendo materia orgánica (biomasa) merced al proceso de fotosíntesis. En esas latitudes el factor limitante para el desarrollo de la vida es solo la disponibilidad de agua.
Hacia latitudes mayores, la inclinación del eje de rotación terrestre produce una significativa variación en el ángulo de incidencia de los rayos solares sobre la superficie del planeta a lo largo del año. Ello a su vez produce cambios estacionales en la luminosidad y en la temperatura; cambios que son cada vez mayores a medida en que se avanza hacia los polos. Así, durante el verano la insolación y las horas de luz disponible son máximas y ello favorece la mayor actividad biológica.
Por el contrario durante el invierno en esas latitudes los rayos solares inciden con menor ángulo sobre la superficie terrestre y la duración de los días es menor. De ese modo la insolación es mínima y la actividad biológica disminuye hasta anularse en casos extremos, ya que por debajo de determinados niveles de temperatura ambiente y de luminosidad, cesa la actividad vegetal. En tales condiciones mueren las plantas anuales y las plantas denominadas 'perennes' pierden sus hojas. Asimismo en condiciones de bajas temperaturas muchos animales se aletargan.
A esta altura del relato y por analogía con lo que pasa año a año con los seres vivos, es fácil interpretar que las oscilaciones climáticas y ambientales de largo período, al igual que las oscilaciones estacionales descriptas, producirán importantes cambios en la actividad biológica del Planeta. Tal actividad biológica, tanto en los continentes como en los océanos, se vincula con muchos de los procesos geológicos superficiales y queda registrada en los estratos sedimentarios, en general a modo de restos fósiles. Así, los restos fósiles testimonian no sólo que existió vida en el momento dado de la historia terrestre representado por el estato donde se encuentre, sino qué tipo de vida existió. Y conociendo qué tipo de vida existió en determinado momento, puede interpretarse cuáles fueron las condiciones climáticas y ambientales que permitieron su desarrollo.
Tanto la presencia de restos fósiles vegetales como la de animales, permite hacer buenas interpretaciones climáticas. Los restos fósiles vegetales permiten inferir las condicionbes climáticas existentes para su desarrollo. Los restos de animales permiten reconocer regímenes alimenticios y otros hábitos de la vida animal, los cuales en general están estrechamente vinculados al clima de cada momento. Con esos elementos y muchos otros que los investigadores de las disciplinas involucradas deben interpretar, poco a poco se van reconstruyendo los "rompecabezas" que, como se verá más adelante, permitirán interpretar de qué modo fue evolucionando el clima y los ambientes naturales a través del tiempo geológico.
(Continua en: http://000-arquimedes.blogspot.com.ar/2010/08/que-pasara-con-el-clima-8.html)
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domingo, 15 de agosto de 2010

¿QUÉ PASARÁ CON EL CLIMA? (6)

Registro instrumental de lluvias
CAPITULO 4(a)
EL RECONOCIMIENTO
DE LOS CAMBIOS CLIMATICOS
Y AMBIENTALES
OCURRIDOS DURANTE EL PASADO
 (Continuación de: http://000-arquimedes.blogspot.com.ar/2010/08/que-pasara-con-el-clima-5.html)
Para responder a las preguntas planteadas en el capítulo anterior, o dicho de otro modo, para predecir las tendencias climáticas futuras en un plazo de varios años, hasta décadas, deberá reconocerse con la mayor precisión posible el sentido y la magnitud de las oscilaciones climáticas y ambientales ocurridas durante el pasado. Tanto desde el pasado inmediato como hasta el pasado histórico y el pasado geológico. Este último en un orden de varias decenas de miles de años.
Como base imprescindible para elaborar pronósticos climáticos y ambientales confiables, los estudiosos más avanzados en el tema a nivel mundial, tratan de reconocer detalladamente las oscilaciones climáticas y ambientales ocurridas en el planeta hasta el presente, a partir del inicio del último gran enfriamiento mundial reconocido, o última gran glaciación mundial. Ese lapso, iniciado hace alrededor de 125.000 años, es también conocido como último Megaciclo Climático.
Una vez reconocidas con precisión y confiabilidad esas oscilaciones climáticas pasadas, se podrá conocer su tendencia actual. Luego, proyectando esa tendencia hacia el futuro, con todos los recaudos impuestos por el grado de precisión y de confiabilidad con los que se hayan obtenido los datos para el pasado, se tendrá un pronóstico. El margen de error de ese pronóstico será menor cuanto mayor sea el grado de precisión y de confiabilidad de los datos obtenidos para el pasado.

Metodologías empleadas para el reconocimiento
de los cambios climáticos ocurridos durante el pasado

Para el reconocimiento de las oscilaciones climáticas ocurridas durante el pasado, son varias las disciplinas que aportan elementos a las investigaciones, según sea el alcance cronológico hacia el pasado con el que se trabaje, como se verá seguidamente.

Climatología Instrumental

Esta disciplina se basa en el análisis estadístico de registros de parámetros físicos atmosféricos (presión, temperatura, precipitaciones de lluvia o de nieve, dirección e intensidad de vientos, humedad, etc.), obtenidos mediante instrumentos, en función del tiempo cronológico. Los registros de esos parámetros obtenidos para cada localidad, conforman lo que los climatólogos denominan series instrumentales. Para el siglo pasado y para una parte importante del planeta, existen series instrumentales completas y confiables.
Dado que los registros instrumentales de diferentes estados atmosféricos se miden en función del tiempo cronológico, ya sea en función de horas, de días, de semanas o de meses, un análisis estadístico adecuado de los parámetros registrados, permitirá un buen diagnóstico de las tendencias climáticas presentes para cada localidad involucrada. La proyección hacia el futuro de esas tendencias, dará una idea de lo que podría ocurrir con el tiempo meteorológico en un futuro cercano.
Pero la confiabilidad de esa predicción sería muy baja para el mediano y el largo plazo, entendiéndose por tales a plazos mayores que un año, a partir de donde ya no hablamos de tiempo meteorológico, sino de clima. Esto se debe al corto tiempo histórico que tienen los registros climáticos instrumentales para gran parte del planeta. Esa confiabilidad se torna aún menor si se considera que el clima terrestre podría experimentar diversas oscilaciones, de las cuales algunas podrían ser cíclicas, pero con varios períodos o frecuencias distintas y superpuestas.
Por otra parte y según algunos investigadores, otras oscilaciones climáticas podrían ocurrir aleatoriamente, escapando a las mejores predicciones. Dada la relativamente escasa extensión cronológica de la mayoría de las series instrumentales, quizá muchas de ellas solamente estén registrando un par de oscilaciones cíclicas con períodos de algunas décadas, tales como las sequías e inundaciones sufridas por la provincia de Buenos Aires (Argentina) en el siglo anterior.
Así, esas series instrumentales podrían no tener registradas eventuales oscilaciones de mayor período, del orden de siglos o inclusive de milenios y que de todos modos pueden influir en los pronósticos climáticos del orden de décadas. Por ello es necesario contar con registros climáticos y ambientales de mayor alcance en el tiempo cronológico pasado, como se desarrollará en los puntos siguientes.

Climatología Histórica

Puede decirse que este método se comenzó a utilizar con rigor científico a partir de las últimas décadas. El mismo se basa en el análisis de documentación histórica diversa. Esta puede estar escrita, como es el caso de las narraciones y crónicas de viajeros y naturalistas o documentos de gobiernos, como las antiguas Actas Capitulares(1). También puede considerarse todo otro documento que pudiese contener información climática y ambiental directa o indirecta.
Asimismo puede obtenerse buena información climática y ambiental de carácter histórico mediante el análisis comparativo de antiguas pinturas, daguerrotipos y fotografías. Con esto último se han reconocido avances y retrocesos de glaciares, cambios de cursos fluviales, expansiones y retracciones de bosques, etc. En síntesis, mediante esos datos históricos puede llegar a conocerse con cierto grado de aproximación el estado de un ambiente local en el momento de producirse esa información.
Un dato histórico que sirve de excelente ejemplo respecto a las posibilidades de brindar buen material de interpretación que posee la Climatología Histórica, aparece en las Actas del Cabildo de Buenos Aires. Según cuentan Ardissone(16) y Moncaut(6), a principios del siglo 18 se asentó en esas actas la petición de un vecino de la ciudad, Don Francisco Alvarez Campana, quien solicitaba el permiso de las autoridades para hacer un pozo donde juntar la nieve caída durante los inviernos, a fin de tener agua durante las sequías veraniegas.
Por un lado hoy parece increíble que hubiese nieve en la ciudad de Buenos Aires, prácticamente al nivel del mar, próxima a los 35º de latitud Sur y sobre el litoral del Río de la Plata, en cantidad y con frecuencia suficiente como para pensar en su aprovechamiento. Por otro lado, esa información breve que da indicios de un clima más frío y más seco que el actual, aisladamente puede parecer insignificante. Pero cobra gran importancia al coincidir con un cúmulo de información existente para el Hemisferio Norte (información que posteriormente comenzó a aparecer también en diversos estudios realizados en nuestro país). Esta información científica da cuenta del frío ocurrido en los siglos 17, 18 y la primera mitad del 19, durante el episodio climático que hoy es denominado Pequeña Edad de Hielo.
Por lo tanto ese dato contribuyó a desenredar la madeja poco a poco, comenzando a conocerse que pasó con el clima en el Hemisferio Sur. Dada la información existente para el Hemisferio Norte, se sabía que la Pequeña Edad de Hielo correspondió a un notable descenso de la temperatura. Pero para el Hemisferio Sur no se tenía información adecuada como para verificar si tal enfriamiento había sido de alcance mundial. Por lo tanto ese dato de las Actas del Cabildo de Buenos Aires dio inicialmente una pista de gran valor como para suponer un alcance global de aquél enfriamiento.
Del mismo modo y como dato ilustrativo respecto al valor de la documentación histórica, un vistazo a la "Carta de l'Amerique Meridionale" editada en París por P. Lapié durante 1814, permite ver que el río Quinto de la provincia de San Luis (Argentina) se continuaba hasta el Atlántico por el río Salado de la provincia de Buenos Aires, llegando a éste a través del arroyo Saladillo. Además y en la misma carta, una llamada del autor señala que el río Quinto llega al Saladillo sólo en épocas de abundantes precipitaciones. Este es otro dato histórico importante de tener en cuenta, por ejemplo, antes de porfiar por detener ese río cuando cada tanto comienza a inundar el oeste bonaerense, como se ha hecho cada vez que cobraron importancia las inundaciones en el oeste bonaerense.
Con el aporte de la Climatología Histórica, a nivel mundial se han logrado buenas reconstrucciones climáticas y ambientales para los últimos trescientos cincuenta, a cuatrocientos años. En casos aislados, como por ejemplo en el este europeo, donde existe buena información escrita para gran parte del último milenio, se han logrado reconstrucciones climáticas que llegan hasta el siglo 13, como lo cuenta Velichko(17). De todos modos y en la mayoría de los casos, más allá del siglo 17 la información histórica es escasa y la poca que existe tiene también escasa precisión y confiabilidad como para ser tomada en cuenta.
Pero además existen oscilaciones climáticas y ambientales de períodos aún mayores, las que escapan al alcance de la Climatología Instrumental e Histórica y las que, siendo también importantes para poder definir los mecanismos involucrados deben ser estudiadas por otros métodos. Estos se describirán en la próximas entrada.
(Continua en: http://000-arquimedes.blogspot.com.ar/2010/08/que-pasara-con-el-clima-7.html)
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(1) Tal es el caso de las actas de los cabildos de nuestra época colonial, o el caso de los partes militares de las llamadas "campañas al desierto."

viernes, 13 de agosto de 2010

¿QUÉ PASARÁ CON EL CLIMA? (5)


Tormenta en la llanura
CAPITULO 3
EL CLIMA Y LA EVOLUCIÓN
DE LOS CONOCIMIENTOS CIENTÍFICOS
(Continuación de:
http://000-arquimedes.blogspot.com.ar/2010/08/que-pasara-con-el-clima-4.html)
La mayoría de los naturalistas pioneros que recorrieron el mundo evaluando recursos naturales durante las primeras décadas del siglo 19, no se preguntaron qué pasaba con el clima en el largo plazo. En ese entonces, lo más frecuente era considerar al mismo sólo en presente, sin darle importancia a su evolución a lo largo del tiempo y en particular, a lo largo del tiempo geológico.
Pero entre los que sí se lo preguntaron hubo dos franceses, Martín De Moussy(10) y el ya mencionado Augusto Bravard. Fue el segundo de ellos quien hacia 1857 formuló las primeras hipótesis paleoclimáticas con fundamento lógico y fáctico, para explicar el origen de los sedimentos de la llanura pampeana. En virtud esas hipótesis les atribuyó origen eólico[*]. El mismo Bravard reafirmó esa hipótesis con el hallazgo de esqueletos fósiles de vertebrados articulados y completos, pertenecientes a animales con evidencias de haber sido sepultados por arena de dunas durante episodios de grandes sequías y fuertes vientos.
Tal hipótesis discrepaba con el origen atribuido a estos sedimentos por el establishment de las ciencias naturales de aquel entonces. En la ‘vereda de enfrente’, el Dr. Germán Burmeister, quien diera nacimiento formal a las ciencias naturales en la Argentina y en ese entonces era el Director del Museo Nacional de Buenos Aires, intentó desvirtuarlo en sus trabajos de 1866(11) y de 1876(12). No obstante ello, la hipótesis Bravard (que no había podido ser profundizada por él, dada su prematura muerte), fue defendida y validada por la obra monumental de aquél genial ‘abogado de las ciencias naturales’ que fue Florentino Ameghino.
Mientras tanto en nuestro país y en todo el mundo las inundaciones y las sequías se repetían causando estragos. Pero el grado de desarrollo de las relaciones en la producción de insumos dependientes del clima y el carácter social de esa misma producción, aún no habían llegado al punto de necesitar que la ciencia buscase una explicación a las causas de tales fenómenos climáticos, a fin de paliar o de evitar sus efectos catastróficos.
Además, el estado objetivo de los conocimientos científicos acumulados hasta ese entonces no tenía elementos con los que los investigadores pudiesen plantearse hipótesis de trabajo válidas a fin de explicar la causa de las inundaciones y de las sequías. Y si en algún lugar del mundo se esbozaba el germen de alguna hipótesis, como las postuladas en nuestro país por Francisco Javier Muñiz y por Benjamín Gould, cada cual en su momento, este germen abortaba indefectiblemente ya que las ciencias del mundo en general aún no ofrecían el ambiente propicio para su desarrollo. Aún no existían elementos de juicio sobre los cuales los científicos pudiesen afirmarse para encarar la búsqueda racional de respuestas.
Pese a todo, la sociedad siguió su evolución sin apresuramientos; sequía va; inundación viene. Al mismo tiempo, por un lado las relaciones en la producción de insumos dependientes del clima evolucionaron hacia formas superiores, tanto en el orden técnico como en el orden social. Por otro lado en muchos lugares del mundo esa producción alcanzó un grado límite de desarrollo. Merced a éste se tuvo que recurrir a la ciencia reclamando respuestas a los interrogantes que planteaban y que plantean las oscilaciones climáticas y ambientales, a fin de seguir produciendo al ritmo que demanda el actual estado de la evolución social.
En la actualidad, la búsqueda de elementos para explicar las oscilaciones climáticas y ambientales se ha convertido en esencial para la ciencia. Pero a diferencia del siglo pasado, ésta ahora tiene elementos como para encarar la tarea. Pasaron mucho más de cien años desde aquéllas tímidas ideas de Muñiz y Gould. Durante ese lapso, geólogos, climatólogos, biólogos, físicos, meteorólogos, astrofísicos, químicos y especialistas de otras disciplinas no menos importantes, desarrollaron sus ciencias particulares adquiriendo las bases cognoscitivas y la experiencia necesaria. Ahora todas esas ramas del saber comienzan a darse la mano y en todo el mundo surgen investigadores y grupos de investigación que intentan hallar respuestas.
Pero las preguntas son muchas. Cada sector de la sociedad, según sean sus intereses particulares, tiene sus preguntas propias. Quienes periódicamente tienen sus casas inundadas, imperiosamente necesitarán saber cuando bajará el agua. Y esa pregunta vital para ellos y excluyente de otras, cederá lugar a otras no menos importantes para quienes tengan sus campos inundados, o agostados por la sequía, cuando deban planificar su economía de corto y de mediano plazo.
Asimismo y en otro nivel, el técnico y el estadista que deban planificar el manejo de agua para riego o para producción de energía, por ejemplo, querrán saber con qué caudales contarán sus ríos y sus embalses a mediano y largo plazo, hasta en un alcance de varias décadas. Y el banquero o la institución bancaria que tenga una importante cartera de clientes relacionados con la producción agropecuaria y por ello directamente vinculados a las oscilaciones climáticas, necesitará conocer que pasará con los ambientes de su área de influencia, a fin de establecer los potenciales riesgos que afrontarán sus inversiones financieras.
De ese modo, el encadenamiento de interrogantes que cada sector particular de la sociedad formula en su coyuntura, a nivel país, a nivel continente y a nivel mundial da origen a una gran pregunta de carácter estratégico: "Qué pasará con el clima?”

(Continúa en: http://000-arquimedes.blogspot.com.ar/2010/08/que-pasara-con-el-clima-4.html)
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[*] Depositación de sedimentos movilizados por los vientos.

miércoles, 11 de agosto de 2010

¿QUÉ PASARÁ CON EL CLIMA? (4)

Hormiga trabajando (Catamarca)
CAPITULO 2
IMÁGENES DE LA LLANURA PAMPEANA
(Escrito en el verano de 1986)

(Continuación de:
http://000-arquimedes.blogspot.com.ar/2010/08/que-pasara-con-el-clima-3.html)

Aún resuena en la distancia el eco de los últimos truenos de esta tormenta que se preparó desde el atardecer de ayer. Camino bajo la garúa que siguió al chaparrón inicial, sin preocuparme en buscar refugio pues ya estoy empapado. El verano y su temperatura complaciente me permiten disfrutar a pleno esta vivencia sin temer una pulmonía. Esta es una de las tantas lluvias que inundan gran parte de la provincia de Buenos Aires y que motiva interrogantes en la gente. Mientras algunos se preguntan:

- “ Qué pasa con el clima?”

Otros responden:

- “ Cambió mucho!”

Y otros exageran:

- “ Nunca se vio caer tanta agua!”

Durante las últimas tres décadas, las crónicas diarias abundaron en noticias de ciudades bonaerenses inundadas y de evacuados.

- “Quién tiene la culpa?”

...es la pregunta de algunos ‘jueces universales’ en su eterna porfía de buscar responsables. Mientras tanto el agua cae y sigue su rutinario destino de cursar el sentido de las pendientes hacia los bajos, ya sea por la superficie o por el subsuelo. Llena lagunas, forma arroyos y busca el mar, para evaporarse y caer nuevamente repitiendo su ciclo. Así desde siempre. A veces más. A veces menos.

Bajo la garúa busco detalles que amplíen mis vivencias. Un tenue rayo de Sol se filtra entre las nubes, mientras se pierden a lo lejos, cada vez más espaciadas, las vibraciones de baja frecuencia de los últimos truenos. El chaparrón me sorprendió caminando por el campo bonaerense entre Laprida y General La Madrid, en mi rutina de dialogar con el paisaje franqueándonos y escuchándole de sus secretos seculares y milenarios.
Diez o quince minutos de intensa lluvia con relámpagos cercanos como música de fondo y un rayo caído a pocos cientos de metros, me hicieron agazapar para ofrecer menor blanco a las descargas eléctricas. Aguardé en esa posición hasta que el epicentro de la tormenta se alejó unos kilómetros. Cuando conté más de diez segundos entre cada relámpago y su correspondiente trueno, recién comencé a caminar, hecho sopa, sin dejar de medir mentalmente esos tiempos hasta que me distraje.
No me molesta la garúa, e incluso me invadió una inmensa sensación de alegría cuando apareció ese primer rayo de Sol y siguió lloviendo.

- " Se casa una vieja!", hubiese dicho mi madre.

- " Se casa una vieja", pensé sonriente.

En un bajo lleno de agua sobresale apenas la parte más elevada de un hormiguero convertido en un pequeño amasijo de barro. Gran cantidad de hormigas se amontonan en su cima y la naturaleza me enseña algo más. Me agacho para ver mejor una masa de color castaño que flota en el charco, de aspecto parecido a dulce de membrillo; es una densa y móvil masa de hormigas coloradas. Las toco con el dedo y ninguna hace intento de defensa o de agresión. En ese momento su motivación es otra. Cada una toma a otra de las patas con sus pinzas y a su vez es tomada de sus patas por otra, formando así una apretada masa flotante.
Las llevo hasta la orilla del charco y las disperso suavemente con una ramita de duraznillo. Para mi sorpresa y admiración, en el centro aparece la reina, protegida del agua y del enfriamiento por la estructura y el calor de todos los cuerpos del hormiguero. La especie se perpetúa superando la inundación en una balsa viviente que la proyecta hacia el futuro.
Esta novedad para mí, seguramente se repite desde que las lluvias comenzaron a inundar hormigueros.

- " Desde siempre!",
exagerará alguien.


Seguramente muchos lo habrán visto.
De los tantos naturalistas que recorrieron la Provincia de Buenos Aires desde el siglo pasado, tal vez el francés D'Orbigny(1), no tuviese esa oportunidad.
Este, al recorrer la provincia de Buenos Aires allá por 1.828, fue recibido por lagunas secas y suelos agrietados; con un río Salado cenagoso y hediondo debido a los animales muertos de sed a sus orillas y con un horizonte enrojecido de Sol y polvaredas, como escamoteándole el agua en un intento por cerrarle el paso. A tal punto debió magnificarse esa sequía, que otro naturalista francés, Augusto Bravard(2) para ese mismo año dio cuenta de una duna de arena enseñoreándose en la plaza principal de la Fortaleza Protectora Argentina, la misma que dio lugar al nacimiento de la ciudad de Bahía Blanca.
Por el contrario, el inglés Carlos Darwin(3) en la narración de su viaje por la llanura bonaerense hacia 1833, si bien habla algo de sequías, cuenta que al viajar a caballo desde la misma Bahía Blanca hasta Buenos Aires, tuvo que atravesar "...muchas millas de país inundado." Y hacia 1806, durante las invasiones inglesas, las crónicas cuentan que las lluvias fueron copiosas. Por su parte las narraciones de Robert Crawford(4) que datan de 1871 y las de Clark Edwin(5) de 1876, ambas mencionadas por Moncaut(6), también comentan de lluvias e inundaciones durante su paso por la llanura pampeana. Ingenuamente podría llamar la atención que los testimonios de franceses hablen de sequías y los testimonios de ingleses comenten de inundaciones.
Que ocurría? Los ingleses recorrían una llanura bonaerense distinta a la observada por los franceses? La narración de Romain D'Aurignac(7), también citada por Moncaut(6) pone las cosas en su lugar pues un año después del mencionado Edwin y contrariamente a lo vivido por otros franceses, éste tuvo en suerte recorrer una llanura bonaerense “ ...llena de estanques y lagunas...”

- “El clima ha cambiado mucho!” le dirían a Darwin los más prudentes.

- "Nunca se vio caer tanta agua!", le dirían los exagerados de siempre.


Entre estos divagues llego a una laguna desbordada, llena de juncales donde anidan gaviotas y gallaretas. Es como si caminando, de pronto hubiese llegado a aquéllos domingos de mi infancia, hacia mediados de la década de 1950, en un campo de mi Gonzales Chaves natal. Cuando quizá ya pensaba que algún día sería Geólogo, aunque aún no sabía que buscaría explicación a los tantos misterios que ya me maravillaban, como las lagunas ora desbordando y ora secándose.
En aquél entonces
los domingos acompañaba a mi padre a juntar huevos de gallareta y de gaviota en las lagunas cercanas. Huevos con los que mi madre cocinaba durante la semana.
 

En esos  tiemos y según los puesteros vecinos,

 - "Nunca se había visto tanta agua en las lagunas!"

Pero luego,
ya en mi adolescencia, poco a poco vi languidecer esas mismas lagunas hasta secarse. En el verano de 1961/1962 yo había terminado el segundo año del colegio secundario y durante una cosecha que intentaba robarle a la sequía algún puñado de trigo inexistente, manejaba un viejo tractor Fordson Major E27N.

En su constancia de todos los días, los vientos del oeste y del noroeste secaban la tierra. En un potrero en el que no quedaban ni rastros del lino sembrado meses antes, llegué a ver el suelo con grietas de más de cincuenta centímetros de profundidad. Hasta pude pasar con el tractor levantando polvareda por el medio de aquéllas lagunas que poco menos de una década antes “…nunca habían tenido tanta agua!" Ese mismo año y al sur de Coronel Dorrego, las dunas cubrían los alambrados a lo largo de la ruta nacional Nº 3.
Mucho más tarde, ya en la década de 1980, aquéllas lagunas volvieron a tener “...tanta agua como nunca...!” y al sur de Coronel Dorrego, allá por los kilómetros 618 a 623 de la ruta 3, como testimonio de aquélla sequía quedaron algunas pequeñas dunas cubiertas de pasto, alertando que la arena está allí abajo y que en cualquier descuido puede volver a moverse, como veremos posteriormente.
Más allá de mi memoria, revolviendo viejos periódicos aparecen las inundaciones de 1946 en la prvincia de Buenos Aires, cuando en la zona de General La Madrid quedaron muchos campos incomunicados del pueblo por sus caminos habituales. Fue en ese entonces cuando los vecinos favorecidos por la mayor altura de sus campos, cobraban peaje a los que obligadamente tenían que cruzar por sus propiedades para movilizarse hacia y desde la ciudad, según consta en los diarios de esa ciudad.
Aún más allá
aparece la prolongada sequía de la década de 1930(1); las inundaciones de 1913, 1914 y 1915, cuando en el centro bonaerense las gavillas de trigo se pudrían en el campo y las que no se pudrieron, recién se trillaron en julio y agosto, según oí contar a los viejos peones con los que compartí tantas cosechas y ruedas de fogón.

Surge también la inundación del año 1900, para la cual el Ing. Wauters(8) dio cuenta de la muerte de veinte millones de ovinos y dos millones de vacunos en la provincia de Buenos Aires. Cifras asombrosas, provocadas por la no menos asombrosa cifra de más de dos mil milímetros que habrían llovido ese año en algunas localidades de la cuenca del río Salado, según lo cuentan viejas crónicas.
Avanzando aún más en el asombro, más allá aparece el año 1857, cuando un buque a vapor zarpó del puerto de Buenos Aires y llegó a la ciudad misma de Chascomús, entrando por el río Salado y arribando a la laguna homónima a través de los campos inundados. Ese fue un intento de la empresa Aspiazu, Hoevel y Cía., para establecer una línea regular de navegación, suponiendo irreversibles los efectos de esa inundación. Inundación que pronto cedió e hizo fracasar la empresa, como lo señala Moncaut(6) en su libro Biografía del río Salado.
De ese modo, los “Nunca visto!” de los memoriosos se tornan frágiles y cuestionables, surgiendo entonces las preguntas obligadas: “ Qué pasa con el clima?”; “Cuál es la causa de las inundaciones y de las sequías que sufre periódicamente la llanura bonaerense?.”; ”Pueden llegar a predecirse estos fenómenos naturales adversos para las actividades humanas?”
(Continúa en: http://000-arquimedes.blogspot.com.ar/2010/08/que-pasara-con-el-clima-5.html)
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(1) En realidad este episodio de sequías, al cual en un libro denominé “crisis de erosión eólica y desertificación de la década del '30”, comenzó a manifestarse hacia 1928 y duró por lo menos hasta 1944.
NOTA: Los nombres que cito en el texto, con un número al lado, son personas que han escrito algo al respecto. A todos citaré al final de este trabajo.

lunes, 2 de agosto de 2010

¿QUÉ PASARÁ CON EL CLIMA? (3)

Agua y comunicación (Amsterdam)
CAPITULO 1
IMPORTANCIA DE LA PREDICCIÓN
DE TENDENCIAS CLIMÁTICAS Y AMBIENTALES
(Continuación de:
http://000-arquimedes.blogspot.com.ar/2010/07/que-pasara-con-el-clima-2.html)

A lo largo de su evolución intelectual, los seres humanos fueron reconociendo empíricamente los secretos de la naturaleza, transmitiéndolos de una generación a otra. Inicialmente, cuando los individuos simplemente recolectarían lo que la naturaleza brindaba, habrán aprendido a diferenciar los vegetales comestibles de los no comestibles; la piedra que conservaba filo de la que no lo conservaba; la mejor leña para hacer fuego; el animal peligroso del que no lo era. Además, entre otros secretos de la naturaleza, también habrán ido aprendiendo lo necesario para sobrevivir a las oscilaciones ambientales, regidas por el clima.
Quienes recolectaban frutos como alimento, migrarían hacia las distintas regiones de recolección estacional. Otros seguirían a sus animales de presa a lo largo de las migraciones de estos, también estacionales. Al evolucionar hacia actividades pastoriles, también habrán migrado en pos de campos de pastoreo favorables, siguiendo el rastro del clima. Tanto aquéllos primeros nómades como estos últimos, habrán cumplido un ciclo anual similar al que cumplen los actuales pastores de ovinos y caprinos a lo largo de toda la Cordillera de los Andes: llevando sus animales valle arriba en primavera, hacia la veranada, o pastura de verano y bajándolos hacia la invernada, o pastura de invierno, al avanzar el otoño.
Así, hace algunos milenios, durante el desarrollo de las últimas glaciaciones planetarias, en esas migraciones controladas por el clima los europeos pastores de renos fueron descendiendo en latitud desde Escandinavia hacia el centro de Europa, alejándose con sus animales del frente de avance de los glaciares. De modo inverso, al calentarse el clima mundial y retroceder los glaciares, estos pastores se marcharon nuevamente hacia el norte.
En etapas evolutivas aún más avanzadas, los humanos aprendieron que al cultivar determinadas especies vegetales acopiando sus frutos, aseguraban alimentos al margen de la escasez que a veces imponía la mera recolección de frutos silvestres. Esa nueva economía forzó a que los primeros agricultores debieran establecerse en lugares fijos y, obviamente, ello ocurrió en zonas ambientalmente favorables para el desarrollo de sus cultivos. Asimismo los primeros núcleos urbanos debieron establecerse en ambientes aptos para la vida humana y así las primeras poblaciones normalmente se desarrollaron a orillas de lagos y cursos de agua, e inclusive dentro del agua. Pero tales poblaciones debieron ser abandonadas cuando episodios de aridez secaron lagos y ríos y agostaron los campos de labranza por largos períodos.
A lo largo de la evolución de la humanidad, podría decirse que hasta el Medioevo no existieron mayores sobresaltos respecto a su necesidad de recursos naturales. Recursos tales como alimentos, agua o fibras vegetales y animales para vestimenta, se obtenían en cantidad suficiente para cubrir la demanda sin alterar significativamente la auto recuperación de los ambientes naturales.
El sistema feudal dominante entonces, era abastecido de recursos naturales por los campesinos de los feudos. Por otra parte el artesanado elaboraba las materias primas también obtenidas por esos campesinos y con el solo ritmo de sus manos, abastecía la demanda de productos elaborados. Así y salvo muy contadas excepciones, se puede estimar que existía un relativo equilibrio entre la demanda y la producción de recursos naturales dependientes del clima, (lámina 3) tales como alimentos, fibras, madera y materiales de construcción.
En ese entonces el agua, un recurso natural de importancia vital y dependiente del clima, no presentaba mayores problemas de obtención. Si bien existía propagación de enfermedades tales como la fiebre tifoidea (no confundir con tifus) y el cólera a través de aguas contaminadas, ello se debía más al desconocimiento acerca de los medios de contagio y a la falta general de higiene, que a la carencia de agua potable.
Con el invento de la máquina de vapor, la humanidad dio un gran salto cualitativo económico y social. Dicho salto se originó en la rápida acumulación de producción y por ende, rápida acumulación de capital. Salto que posteriormente, al ser estudiado en su desarrollo histórico, fue llamado Revolución Industrial.
Hasta ese momento la humanidad sólo controlaba la energía térmica en la reducida escala de hornos para cerámica y vidrio, braseros, fogones y fraguas. La máquina de vapor convirtió la energía química de distintos combustibles en energía cinética rotativa, pasando previamente por distintos estados energéticos desde energía térmica, energía molecular y energía cinética alternativa. Así la humanidad dominó gran cantidad de energía instantánea y dejó de depender de la sola fuerza de sus brazos o de la fuerza de algún animal domesticado, para la transformación de las materias primas naturales en productos elaborados.
Esa nueva disponibilidad energética en definitiva dio lugar a la aparición del capitalismo, como nuevo orden social que compitió exitosamente con el feudalismo por la supremacía sobre la propiedad de los bienes de producción. Quien dispuso de un capital inicial suficiente (en general, banqueros y mercaderes) como para acceder a una máquina de vapor que impulsase distintos elementos de producción manufacturada tales como telares, sierras, molinos de harina, martillos, etc., pudo producir mucho más cantidad a menor costo que cualquier artesano de su momento.
A causa de ello el artesanado poco a poco se vio obligado a su lugar a la producción industrial en pequeña escala para la satisfacción de las demandas de la sociedad. Y así gran parte de los artesanos finalmente terminó vendiendo su mano de obra a esas industrias incipientes. La gran potencialidad de elaboración de materias primas de estas industrias, aumentó la presión ejercida sobre los recursos naturales en general y en particular sobre los recursos naturales dependientes del clima.
Por otra parte, el abaratamiento de los costos de producción ocurrido ante los mayores volúmenes producidos, sumado al mayor poder adquisitivo de las masas cada vez más numerosas que se empleaban en las nuevas industrias, aumentó el porcentaje de la población que podía consumir los nuevos productos elaborados. Ambos factores también se tradujeron en una mayor demanda de recursos naturales y por ende en una mayor presión sobre los mismos y sobre los ambientes en general.
En esas etapas iniciales del desarrollo capitalista, en los países con industrias florecientes se intensificó la explotación de los recursos naturales dependientes del clima. Poco a poco y para el estado de desarrollo de los medios técnicos entonces disponibles, en esos países se llegó a un límite práctico en la producción de esos recursos naturales.
En esa continua evolución económica y llegando ya a la actualidad, los países más industrializados se aproximaron poco a poco a valores límite en la producción e industrialización de recursos naturales dependientes del clima. Cualquiera sea el sistema social considerado, ya sea el sistema capitalista o lo que fue el llamado sistema socialista desde la segunda década del siglo 20 hasta la penúltima década del mismo siglo, el crecimiento industrial aumentó la presión sobre el medio ambiente y sobre los recursos naturales. Particularmente sobre un recurso natural que hasta la Revolución Industrial e inclusive avanzada ésta, no presentaba mayores inconvenientes para su obtención: el agua.
En algunos países, principalmente merced al empeño de organizaciones no gubernamentales y en los últimos años también gracias a organismos ad hoc de las Naciones Unidas, los recursos naturales tienden a ser considerados como patrimonio de toda la sociedad (tanto de la sociedad actual como de la futura). Y aunque esto no pase aún de ser una expresión de deseo, su preservación no solo tiende a ser legislada preventivamente, sino que se tiende a inculcarla desde la educación elemental.
También se tiende a que la instalación de nuevas industrias contemple el impacto ambiental de sus actividades y considere los elementos necesarios como para que este sea compatible con la autopurificación de los ambientes involucrados. Ya sea mediante la evolución tecnológica hacia metodologías ambientalmente menos agresivas; ya sea mediante la instalación de sistemas de purificación de los eventuales efluentes vertidos al medio; ya sea por medio del reciclado de los mismos. Gracias a ello, en algunos países se han reducido en forma apreciable problemas tales como el que significa la contaminación hídrica. Lamentablemente, en una gran mayoría de países y en especial en aquéllos eufemísticamente denominados menos desarrollados, el problema es mucho más complejo que la simple toma masiva de conciencia.
Las relaciones económicas internacionales plantean un problema especial a la gestión del medio ambiente en la mayoría de estos países. En ellos la agricultura y la ganadería, la silvicultura, la producción energética y de minerales generan por lo menos la mitad del producto nacional bruto y representan una proporción aún mayor del sustento y del empleo. La exportación de productos naturales sigue siendo importante factor de sus economías y la mayoría de ellos se enfrentan con enormes presiones económicas nacionales e internacionales que los llevan a explotar en exceso sus recursos naturales.
En síntesis, mientras la humanidad pudo incorporar tierras vírgenes a sus cultivos y nuevas aguas al consumo humano directo o a su consumo industrial, no existieron problemas visibles respecto a los recursos naturales dependientes del clima. Por otra parte, el constante advenimiento de nuevas tecnologías permitió mejorar los rendimientos agrícolas, ganaderos, industriales y energéticos.
Pero paulatinamente se han ido alcanzando límites cada vez más difíciles de superar con el mero desarrollo tecnológico. Cualquiera sea el estado de desarrollo de un país y el sistema socio político dominante en el mismo, crece sin cesar la presión sobre los recursos naturales en general y sobre los recursos naturales dependientes del clima en particular, llegándose a la necesidad de programar su producción a corto, mediano y largo plazo.
A su vez la dependencia de los recursos naturales sensibles al clima respecto a las fluctuaciones climáticas imprevistas, puede derivar en efectos catastróficos. Prueba de ello son las inundaciones que periódicamente devastaron la provincia de Buenos Aires y que desde 1980 fueron una preocupación casi constante, con alguna esporádica sequía como las ocurridas durante 1995/1996 y durante la mitad del año 2003 y desde el 2006 al 2009.
En ese estado de cosas, la humanidad ha formulado a la ciencia una pregunta vital para su desarrollo futuro, e incluso para su supervivencia: ¿Cuál será la tendencia de la evolución climática y ambiental durante las próximas décadas? Esa pregunta se hace más insistente a medida que se hace más imperiosa la necesidad de planificar la producción de materias primas dependientes del clima. Cualquier oscilación climática puede afectar el balance entre la producción y la demanda de esos insumos. Y el impacto de esas oscilaciones sobre la humanidad dependerá no sólo de su magnitud, sino de la velocidad con la que puedan producirse y de la capacidad de la ciencia para predecir las mismas con aceptable grado de precisión.
Continúa en: http://000-arquimedes.blogspot.com.ar/2010/08/que-pasara-con-el-clima-4.html)
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